— ¡pero que haces, vienen a atacarnos!... ¡huyamos! — gritó Octavio tomándola del brazo en un acto de desesperación.
— No temas, quédate a mi lado — respondió Marian serenamente.
Los dragones de dos cabezas habían descendido e inmediatamente avanzaban para atacarlos, rodeándolos cautelosamente y acercándose cada vez más.
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